sábado, 6 de abril de 2013

Monólogo sin muertos



Por José María Rodríguez Saráchaga*

Como cierre de “El Hacedor”  Borges incluyó un cuento maravilloso con Quiroga y Rosas “Dialogo de muertos”.  Allí, el tigre de los llanos le advierte al Restaurador de las leyes: “También las piedras quieren ser piedras para siempre, y durante siglos lo son, hasta que se deshacen en polvo. Yo pensaba como usted… pero aquí aprendí muchas cosas”.
Así como Don Juan Manuél, el discurso de Cristina se niega al cambio y su oratoria tropieza una y otra vez con las mismas piedras. Hoy se esperaba el discurso de una estadista que reconociera su responsabilidad y se pusiera por encima de la política para tratar de remediar los estragos de la tragedia; pero sobre todo un discurso que contuviera a los familiares de las víctimas o un pedido de perdón a los que lo perdieron todo. Nada de eso paso, el mensaje fue ajeno y distante. Un “falso vivo” muy desprolijo donde podía verse el atardecer por la ventana de la casa de gobierno mientras que a los inundados ya los había cubierto la noche.
Se la vio excesivamente nerviosa desde un comienzo; casi saltando en la silla, los “ehhh” se le acumulaban al final de cada párrafo.  Increíblemente complicada se tropezaba con sus papeles cuando empezó a desparramar números que además ella misma calificó de “estimativos”. Quizá ese mismo nerviosismo la llevó a buscar apoyo en un interlocutor fantasma a quien se dirigió varias veces durante su alocución cada vez que necesitaba confirmación.
Así, acelerada y extensa los deslices comenzaron a brotar, “vuelvo a reiterar”, “el Barrio Mitre es créame una palangana”,  "Saavedra se hubiera llamado Venecia o transatlante", “helicopterista”, "el prójimo es el otro" y para peor se refirió a “personas que quieren sacar rédito de esta situación”, mientras estallaba en Youtube, Facebook y twitter el altercado entre Miceli y Larroque acusado justamente de proselitismo.
Párrafo aparte merecen las contradicciones; en un momento  comenzó a pegarle a los “movileros” de TN y el Trece pero no se entendía bien el porqué hasta que una frase lo aclaró todo “es muy bueno el periodismo, pero hay cosas que no debería mostrar” defendiendo supuestamente la dignidad de los damnificados,  decoro del cual los privó al sentenciar “los refugiados, si ya sé que eran evacuados, pero a mí me parecían refugiados”.
La contradicción entre su lenguaje verbal y no verbal es constante y ya lo hemos analizado en infinidad de ocasiones, solo vamos a destacar su constante negativa con la cabeza mientras afirmaba distintas situaciones y la más significativa cuando dijo "...lo importante es que la ayuda le llegue a los que lo necesitan... a los que los necesitamos... la necesitamos todos..." y se señalaba a ella misma. Sinceramente no se entendió como tampoco se comprende para qué grabar un mensaje y no corregirlo; ¿Nadie se dio cuenta? ¿Nadie le avisó que estaba saliendo mal?
Con el “Yo” como muletilla infatigable a lo largo de su exposición dejo para el cierre la infaltable autorreferencia, en este caso ella también sufrió una inundación.
No hubo tiempo para más, las decenas de víctimas, quedaron sin mención, solo un par de casos puntuales estratégicamente seleccionados: una Abuela de Plaza de mayo en la Plata y una señora del Barrio Mitre como para equiparar los tantos entre la Capital y Provincia en un partido que se le hacía cada vez más insoportable con el correr de los minutos. Por eso se apresuró a cerrar este Monólogo sin Muertos; quizá se hallaba perdida como lo estaba Rosas en el cuento de Borges, tal vez se dijo a sí misma “estos lugares y esta discusión me parecen un sueño, y no un sueño soñado por mí sino por otro”

*Fundador de Oratoria Consulting

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