miércoles, 26 de marzo de 2008

El discurso de Cristina y sus parecidos con De la Rúa

Oratoria: El arte de escuchar a la gente

El 20 de diciembre de 2001, De la Rúa comienza su discurso diciendo “hemos terminado un día agitado”, minimizando los reclamos de la gente y los piquetes que se habían realizado en todo el país.
El grave error de ese discurso, como lo marcamos en su momento, es el mayor error que puede cometer un orador y consiste en no tener en cuenta al público, olvidarse que existe a la hora de pensar, elaborar y decir un discurso.
En ese momento, la gente se manifestaba en contra de la política económica y esperaba una reacción del gobierno, cosa que De la Rúa no hizo. La respuesta es de libro: cuando un orador hace un discurso autista del público la gente tiende a reaccionar mal, muy mal.
Al término de esa intervención, la población comenzó inmediatamente a golpear cacerolas en distintos lugares del país, en forma totalmente instantánea y espontánea.
En su momento, creímos nunca volveríamos a ver un desatino comunicacional como este. Sin embargo, la historia prueba una vez más que es cíclica y tiende a repetirse. Hoy volvió a suceder exactamente lo mismo.
Desde este blog, en más de una oportunidad advertimos sobre los problemas que podría acarrearle a la Sra. Presidenta “sus maneras”, “sus tonos destemplados”, y “sus gestos despectivos”.
En más de una oportunidad, vimos con sorpresa que algunos medios hablaban positivamente de la oratoria de la Sra. Cristina de Kirchner, destacando su capacidad de hilvanar frases e improvisar. Habilidades que nosotros también le reconocimos, pero que no alcanzan para ser un buen orador. Ser un buen orador es mucho más que hablar de corrido y sin machetes.
Hoy ante el mismo estímulo, idéntica respuesta. La gente necesita sentirse escuchada. Por eso, cuando se desoyen sus palabras pasan a los gritos (y a las cacerolas).

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