sábado, 26 de marzo de 2016

Awada lo tiene todo

Por José María Rodríguez Saráchaga
Especialista en oratoria y lenguaje no verbal

Había gran expectativa por el primer discurso público de Juliana Awada, casi tanta como la que generó en su momento Máximo Kirchner en Argentinos Juniors.
Los ojos de la Argentina y el mundo estaban sobre ella y toda esa presión se manifestó en su discurso. Despampanante como siempre, lució un impecable traje claro que destacaba su figura, su rostro y una postura envidiable. Alta, espigada, con grandes ojos y una sonrisa perfecta, nuestra primera dama, nació para las cámaras.
Lamentablemente no la prepararon para semejante desafío. Leyó un texto que contenía preguntas retóricas, desaconsejadas por cualquier profesor de oratoria, figuras poco elaboradas y argumentaciones enrevesadas.
Los locutores solemos decir que nadie nace con tonos, hay que salir a comprarlos. La forma de hacerlo es con trabajo.
Así como nadie le marcó a Cristina que dejara de gritar o que cambiara su lamentable lenguaje no verbal; tampoco hubo alguien que corrigiera la lectura de Juliana, que además era innecesaria.
Un discurso leído de tres minutos hubiera sido fácilmente superado por uno “improvisado” de un minuto donde simplemente dijera lo mismo sin las aclaraciones y ejemplos agregados con calzador. El entre encomillado indica que un discurso improvisado es aquel que tiene una estructura simple, un final contundente y se practicó mil veces para que salga natural, fluido y sin nervios.
Siempre impresiona como una persona que habitualmente es suelta, inteligente y sólida queda deslucida por una floja preparación. Los nervios, la lectura y el discurso se trabajan y se arreglan.
En el mundo de hoy con una política absolutamente profesionalizada es extraño que nadie le avisara que iba a quedar expuesta a comentarios poco felices si arranca un discurso leyendo un texto que dice “Cuando uno quiere curar; estudia medicina. Cuando uno quiere construir una casa estudia arquitectura; no?”
Juliana Awada tiene todo para quedar en la historia como Regina Pacini de Alvear, sólo necesita desarrollar su oratoria.


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