lunes, 21 de enero de 2008

Lección martiana de oratoria política: 125 años de la "Lectura de Steck Hall"

Por María Antonia Pérez Lora (Universidad de Oriente)

El ejercicio literario fue para el Héroe Nacional Cubano, José Martí, un instrumento eficaz en la práctica de la política revolucionaria. Y como parte de esa herramienta, la oratoria constituyó un género, que sirvió de manera superior a la obra redentora de El Maestro.
Autorizadas voces han reconocido la dimensión de los discursos de Martí. Algunos de los contemporáneos del Apóstol exaltaron los valores de este como orador.
Manuel de la Cruz destaca: "Su vehemencia era el alma de la oratoria (…); su vehemencia vibraba en el timbre de su voz. Según quienes lo oían habitualmente, pocos creadores han dado a su palabra el tono, el calor y la fuerza que imprimiera Martí a sus discursos".
Igualmente, estudiosos de la ejecutoria del insigne cubano, ponderaron la calidad perdurable de la oratoria martiana.Cintio Vitier afirma que "Martí es un escritor y orador cenital, y en todo momento lúcido, dominante; que tiene en el puño las riendas de sus ideas, de sus sentimientos, de sus imágenes".
La estancia en España, México, Guatemala y Venezuela, le permitió Martí acercarse a notables disertantes en lengua hispana, y junto con propia experiencia, arribar a consideraciones acerca de la retórica. En su trabajo Notas sobre la Oratoria, resume sus criterios en torno a los requerimientos de este difícil arte:
-"Orador sin instrucción es palmera sin aire".-"El orador necesita un conocimiento general de la Historia".-"La oratoria es la manera ardiente de expresar: la expresión no es posible sin la materia expresable".-"La oratoria es la forma exaltada y convincente del pensamiento y sentimiento".-"Orador es varón justo (…) el hombre virtuoso instruido que expresa ardientemente la pasión".-"Los oradores deben ser como los faros: visibles a muy larga distancia"
Cuando se recorre la producción de discursos martianos se confirma que El Maestro cumplió con creces los preceptos que había establecido para una buena oratoria.
Hay una pieza singular dentro de la amplia producción martiana: La Lectura de Steck Hall, pronunciada en Nueva York el 24 de enero de 1880. En ocasión de llegar al 125 aniversario de este discurso, es preciso reflexionar sobre sus valores, especialmente en lo referido a su calidad formal y a los asuntos trascendentales que trató, en su contexto excepcional.
La pieza es la primera que Martí realiza como dirigente de la Revolución Cubana. Antes, había elaborado las dedicadas a Alfredo Torroella (28 de febrero de 1879) y a Adolfo Márquez Sterling, esta última, en un brindis homenaje, en abril del propio año. Sin embargo, Gonzalo de Quesada defendió la tesis de que debía considerarse la defensa de Martí en el juicio por los hechos que posteriormente lo condujeron a presidio en 1870, como su primer discurso político.
Aunque la disertación en Nueva York se conoce como Lectura de Steck Hall, no quiere decir que haya sido una lectura tácita, despojada de la energía de un orador, mucho menos tratándose de Martí.
Además, ya la lectura del Apóstol había penetrado críticamente en los asuntos relativos a la Revolución de Cuba y, más aún, había contribuido a la gestación del proyecto redentor conocido como Guerra Chiquita. Precisamente, su participación en esos trabajos le provocaron el segundo destierro, del que pudo liberarse para establecerse en Nueva York.
La estancia de Martí en la emigración resultaría fundamental para el transcurso posterior de la Revolución, como bien señala Jorge Ibarra: "Ninguno de los jefes militares del 68 residentes en Estados Unidos tenía el don de la oratoria, ni la capacidad organizativa que Martí desplegaría entre los emigrados".
Con este discurso, Martí tiene el primer contacto público y directo con la emigración revolucionaria. Quizás resulte sorprendente que el exordio del discurso (parte preliminar que el orador dedica a suscitar las simpatías del público) sea categórico. A los emigrados les dice sin rodeos: "El deber debe cumplirse sencilla y naturalmente". Sobre la base de este planteamiento sustenta el llamado a la revolución que no podía conformarse con el término dado en el Zanjón.
Para Cintio Vitier, "el defecto de este primer discurso en los Estados Unidos, es precisamente su exceso, la plétora de asuntos y sentimientos".
Es lógico que Martí expusiera ante los emigrados de Nueva York, un agudo y complejo análisis acerca de la necesidad de ordenar el nuevo movimiento revolucionario que ya estaba sobre las armas en Cuba; pero en su criterio, la Revolución no debía ser el mero estallido -sin preparación ni programa- de los graves problemas sociales acumulados y que aún requerían su urgente solución:
"Cuando un mal es preciso, el mal se hace. Y cuando nada basta ya a evitarlo, lo oportuno es estudiarlo y dirigirlo, para que no nos abrume y precipite con su exceso".
Igualmente válidas resultan sus valoraciones sobre el tratamiento al problema social cubano y en especial el tema de la esclavitud, al calificar de ley indigna de perpetuación de la esclavitud, a la llamada Ley del Patronato.
En el asunto político no desperdicia la oportunidad para enfrentar el pensamiento autonomista, el que define como "urbana y financiera manera de pensar", alertando así del carácter antinacional de dicha posición.
Otros aciertos del Héroe Nacional Cubano completan la acertada visión sobre los asuntos de la patria. Sin rodeos dijo: "Debe hacerse en cada momento, lo que en cada momento es necesario (…). Para ir delante de los demás se necesita ver más que ellos". Sobradas razones sobre esto dejó el prócer con su brillante existencia.
La Lectura de Steck Hall constituye una lección martiana de oratoria política revolucionaria.
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